La hermana muerte


Acabamos el mes de agosto y, con el nuevo curso, nos encontramos con que este año el estío ha sido especialmente duro con los agentes de pastoral de nuestra Parroquia.

A comienzos de mes nos dejaba de una manera rápida y, como ella era, silenciosa, Maribel López que desde el mes Abril había comenzado a servir a la comunidad como Ministra extraordinaria de la Comunión.

Desde su espiritualidad “Focolar” ha sido una persona que ha desarrollado su pastoral desde la “no visibilidad” pero sí con presencia evangélica. En Valencia pero también entre nosotros.

Desde este escrito quiero reconocer su servicio y, con gratitud, pedirle al Señor que la acoja en su reino.

Nuestra relación, también discreta, cuenta con momentos fuertes de comunión. Eso queda en el misterio de Dios.

Sí quiero agradecer su disponibilidad a la hora de aceptar la misión de colaborar con la Pastoral de los enfermos como Ministra extraordinaria. No lo dudó. Dijo Sí como María: lo que me pidas lo hago si aceptas mis limitaciones.  

¡Que disfrutes, Maribel, con Cristo Eucaristía al que ahora, así se lo pedimos, contemplarás cara a cara acompañada de tu “amiga” Chiara Lubic!

Y hoy, 30 de Agosto de 2018, acabamos de enterrar a Vicente Navarro Vallés.

La historia de Vicente ha sido un regalo de Dios para mi personalmente y para nuestra Parroquia.

Esta tarde en la homilía decía que su vida se apoyaba en dos pilares: su familia y su Parroquia. A lo largo de los años (desde bien joven) Vicente ha educado a sus hijos, desde la libertad, en la fe de Cristo y ha sido un “puntal” parroquial.

Era fiel al mandato del Señor y su preocupación social por los más desfavorecidos ha sido una constante en sus actividades, formando parte de la HOAC y colaborando permanentemente en las acciones de Cáritas.

Ha sido un hombre fiel, un hombre bueno como así me lo comentaba emocionado:“Sempre he volgut ser un home bo” y… ¡lo ha sido!

Por otro lado su disponibilidad generosa y gozosa. No hacia falta pedirle: se adelantaba, hacía fáciles las cosas…

Es difícil separar la emoción personal (éramos “amigos en Cristo” con todo lo que estas palabras suponen) y el reconocimiento institucional (además de lo ya dicho ha sido durante más de treinta años miembro de los matrimonios, junto con Encarna, que ayudaban a reflexionar a las parejas en los cursillos prematrimoniales, ha sido miembro de la Junta Económica… tantas cosas…) pero sobre todo ha sido un hombre discreto que sabía hacer sin “llamar la atención”. Y eso es objetivo a mi parecer (siempre sin olvidar que la fragilidad humana hace de las suyas y todos hemos de pedir perdón por algo…).

He perdido personalmente a ese amigo con el que hablaba y reía, con el que me sentía querido  y acogido, que era capaz de, con cariño, decirme lo que pensaba aunque no coincidiésemos y que me ayudaba a reflexionar, a decidir… pero, creo que soy veraz, la Parroquia ha perdido también a una persona cuya disponibilidad no tenía límites. Atendía a su familia, a la Parroquia y después disfrutaba con sus amigos.

Se nos ha ido “un hombre bueno”.

Vicente y Maribel se nos han ido. Nos queda la gratitud a Dios por sus acciones y amor (reflejo del de Dios) y por su donación a los demás (reflejo del mismo Dios).

La vida sigue y aprendemos en la escuela de la Hermana Muerte que hemos de vivir agradeciendo a Dios cada minuto. Que, como decía Vicente: no podemos perder tiempo en tonterías cuando hay tanta cosa bonita y buena que podemos hacer. Que valorar a los demás y vivir con amor nuestras relaciones es lo más importante de la vida. Una vida que va pasando rápida y que no tiene otro sentido que amar agradecidos a Dios y a los hermanos.

¡Descansad en paz amigos de Dios!.

Que Él en su misericordia perdone vuestros pecados y podáis escuchar de labios del Señor: “Venid benditos de mi Padre… pasad al Banquete de vuestro Señor, siervos que habéis sido fieles en lo menudo y disfrutad de los bienes preparados para vosotros desde la creación del mundo”